Crear abundancia se ha tornado en una razón de vida, en una meta que perseguimos a diario, no sólo en lo referente a las cosas materiales que necesitamos para subsistir, o aquellas que deseamos disfrutar, sino también que crear abundancia incluye el plano espiritual, lo referido a sentir amor, a dar y recibir afecto, a gozar de un estado de salud física y metal, de permanecer en un estado de dicha y felicidad en todas las facetas que tiene nuestra existencia.
En las últimas décadas los avances en física cuántica han tenido resultados sorprendentes, que han aportado una visión absolutamente diferente del mundo que conocemos, las leyes físicas y el funcionamiento intrínseco del universo. Si bien estos estudios son netamente científicos, han logrado convalidar ciertas teorías e ideas que desde hace muchos años se vienen postulando como partes del espectro espiritual.
El Médico, escritor y conferenciante hindú Deepak Chopra, ya sostenía allá por el año 1995 cosas que seguramente habéis visto en películas más recientes como “What the bleep do we know” (conocida como “Y tú qué sabes”) o la muy difundida “El Secreto”. La base de los planteamientos es la misma: Existe una realidad limitada por el observador y un inmenso campo cuántico donde todo existe en forma de posibilidad y sólo hay que encontrar la manera de correcta de que se manifieste.
Crear abundancia entonces, pasa a ser una cuestión de meras posibilidades que está en nosotros hacer que ocurran y se manifiesten en nuestro mundo físico.
Veamos que nos dice el Doctor Chopra en su libro “El camino de la abundancia”:
Los físicos nos dicen que cuando traspasamos el reino de las partículas subatómicas hacia la nube de partículas subatómicas que constituyen el átomo con el que se construye toda realidad, cuando intentamos examinar y entender esas partículas que tienen nombres tan curiosos como quarks, bosones, leptones y así por estilo, resultan tan pequeñas que no podemos medirlas. No existen ni existirán instrumentos capaces de medir la infinita pequeñez de esas partículas. De hecho, son tan pequeñas que sólo podemos pensar en ellas. Ahora bien, hay otro hecho muy interesante con respecto a esas partículas: jamás se las ha visto. Si no pueden observarse, si no es posible verlas, ¿cómo sabemos que existen? La respuesta es que sabemos que existen por la evidencia de los rastros que dejan en los aceleradores de partículas. En los laboratorios donde se investiga sobre la teoría subatómica, pueden verse -e incluso fotografiarse- los rastros que dejan dichas partículas. Y observando esas huellas uno sabe que, en verdad, existen. Pero hay incluso otra faceta interesante en ellas: sólo existen cuando uno las observa. En consecuencia, si estamos observando un campo cuántico, cada vez que miramos, esas partículas emergen hacia la existencia. Y cada vez que desviamos la atención, desaparecen en el vacío. Se apagan y encienden como diminutas luces en una habitación oscura. Es posible imaginar el cuarto oscuro como el espacio infinito e ilimitado, y que las partículas surgen por el mero hecho de concentrar nuestra atención en ese espacio. Cuando concentramos la atención en ese ámbito, empiezan a existir. Si no prestamos atención a ese campo, sólo son una vastedad de probabilidades en el campo de todas las posibilidades. Cada partícula es, al mismo tiempo, una onda. Y lo es hasta el momento de la observación. La onda no está restringida a un emplazamiento en el espacio ni en el tiempo, se trata de algo difuso. Por eso se llama vastedad de probabilidades en el campo de todas las posibilidades. Define la probabilidad estadística de encontrar una partícula en determinado sitio, en el momento de la observación . . . ósea, en el momento de prestar atención. Es esa atención, lo que transforma la vastedad de probabilidades, la onda, la distribución de probabilidades para una posible medición, en función del tiempo. La atención toma esa vastedad y la lleva al campo de la existencia material a través del simple hecho de la observación, y ese simple acto, por supuesto, consiste en concentrar nuestra atención en él. Por lo tanto, una partícula es, en sentido literal, una creación mía y tuya a través del acto de la observación. Antes de ser observada, sólo era una probabilidad matemática, una distribución de posibilidades para una medición en función del tiempo.
La magia de la atención:
Antes de la observación: onda
Dispersa en el espacio y en el tiempo (vastedad de probabilidades) inmaterial, ubicua en el reino de la mente.
En el momento de la observación: Partícula
Hecho en el espacio-tiempo Localizado en el reino de lo material ¿No es mágico acaso? Es la calidad de nuestra atención lo que genera cierta vastedad de probabilidades en el ámbito de infinitas posibilidades y la traslada a la existencia material. De hecho, toda creación material sólo es el ser que se experimenta a sí mismo a través de las diferentes cualidades de su propia atención a sí mismo. Si nuestra atención está fragmentada, nosotros lo estamos. Si nuestra atención es íntegra, estamos integrados. El sabio védico dice: «Concentre la atención en lo que es, y perciba su plenitud en cada momento. La presencia de Dios está por doquier. Sólo es preciso que la abrace conscientemente con su atención»
Crear abundancia, puesto así, se vuelve una tarea de dónde ponemos la atención. En artículos próximos veremos más sobre este interesante y revelador libro del Doctor Chopra, donde cuantifica con 25 cualidades este campo cuántico. Cualidades éstas que debemos tener presentes y aplicar cada día de nuestra vida para poder crear abundancia en el aspecto que estemos necesitando que ella nos llegue y nos vuelva plenos.
¡A poner en práctica y meditar sobre todos estos conceptos! Bendiciones para todos!!!
Fuente: http://es.scribd.com/doc/2985407/CHOPRAel-camino-de-la-abundancia